Los niños de los 70′ y los 80′ ¿eran más fuertes psicológicamente?

 ¿Eran más fuFutbol-en-la-calleertes psicológicamente los niños deportistas hace 30 años que ahora?

La verdad que no sólo los niños deportistas, los niños, en general, eran más fuertes psicológicamente. Sobre todo se maduraba antes. Los padres y maestros eran claves en ello.

Pero ¿qué es que un niño deportista sea fuerte psicológicamente?

1. En primer lugar tener claro cuál es su objetivo (¡ojo! decimos “su” objetivo, no el de sus padres o el de su entrenador): Medible, Alcanzable, Relevante, Temporal y Específico (MARTE). Las principales estrellas del deporte, cuando eran niños,  tenían un objetivo propio, sin influencias de papás ni entrenadores, y afirmaban con total descaro: “quiero ser campeón del mundo”.

2. Tener claro qué grado de esfuerzo y sufrimiento está dispuesto a entregar a cambio de ese objetivo

3. Autodisciplina, independientemente del nivel de exigencia de los entrenadores y los padres. El niño “hace” ese deporte por él y para él mismo. Incluso aunque sus padres no fueran a verle a ninguna competición o, es más, aunque sus padres estuvieran en contra de que el niño practicara ese deporte, eso no mermaría ni un ápice su espíritu competitivo.

4. Lograr que la competición sea vista como un estímulo, como algo continuamente buscado y satisfactorio siempre antes, durante y después. Ser, incluso, adicto, a la competición, vista como un premio a los entrenamientos soportados.

5. Inteligente. Con “inteligencia” nos referimos a la habilidad para identificar y analizar con acierto sus propias actuaciones (desde el punto de vista físico, psicológico, técnico y estratégico -es decir, que sea un pupilo aventajado de sus técnicos-), habilidad para tomar decisiones rápidas y, sobre todo, para aprender y aplicar lo aprendido con exactitud (flexibilidad, actitud autodidacta, actitud de escucha y apertura al cambio y la mejora continua).

Los padres-dictadores que “machacan psicológicamente” a sus hijos siempre han copado muchas líneas en artículos de psicología deportiva y en la prensa. Sin ir más lejos podemos darnos una vuelta por las canchas de tenis de los Balcanes. Sin embargo, hoy en día, sobre todo en Estados Unidos y Europa Occidental, predominan los “papás peluche” o “invasores”, es decir, aquellos que confían que con el talento del niño, y la motivación de sus padres,  se consiguen resultados, sin sacrificios del niño y con muchos “paños calientes”.

Si ahora, nos volvemos a preguntar: ¿Eran más fuertes psicológicamente los niños deportistas hace 30 años que ahora? La repuesta es, absolutamente, SÍ.

Y eso que el número de niños deportistas es mayor ahora que entonces, incluso el grado de “profesionalismo” de los niños ha alcanzado niveles excesivamente altos para sus débiles personalidades competitivas: buenas instalaciones, buenas equipaciones, preparadores físicos, buenos entrenadores… Pero luego, cuando hay que demostrar toda esa inversión de medios, el día D y la hora H, su competitividad se diluye como un azucarillo.

¿Cuál es la principal causa de la débil capacidad de sacrificio y competitividad de los niños deportistas españoles actualmente?

  1. Por un lado, la sobreprotección de los padres: que suelen “edulcorar” la derrota restando responsabilidad al niño e infantilizan al joven deportista hasta bien entrada la adolescencia. O bien, “cierran en falso” una competición llena de errores sin analizar ni resolver desde los 4 factores (físico, psicológico, técnico y estratégico) recalcando el error sin una solución práctica o directamente recurriendo al “borrón y cuenta nueva”.

Tú, que eres padre o entrenador, pregúntate: ¿Por qué un niño y sus padres tienen que hablar, largo y tendido, del partido después del partido? ¿Por qué no se deja que el niño debata consigo mismo sin interferencias de sus padres? ¿Acaso no practica ese deporte por iniciativa propia? Hace 30 años, el niño llegaba a su casa, su mamá o su papá le preguntaban ¿qué tal? y el niño respondía mal o bien y a otra cosa.

  1. La escasa independencia del niño a la hora de valorar personalmente la práctica de ese deporte y, posteriormente, el objetivo de competición. Hace 30 años el niño pedía a los padres que “lo apuntaran” a ese u otro deporte, la motivación venía de sí mismos. Ahora, desde antes de la edad benjamín, los niños entran en un determinado deporte “guiados” por los papás; por lo tanto, es imposible que la motivación sea 100% propia, no se ha dado algo que es fundamental en la motivación: la seducción del deporte hacia ese niño sin intermediarios ni sugerencias.

Hace 30 años a un niño deportista le preguntabas ¿cuál es tu objetivo en el deporte? Y siempre había una respuesta determinada: entrar entre los 5 primeros, entrar en el equipo, jugar de titular, ser campeón nacional, ser campeón olímpico… Hoy, haz la prueba, la mayoría de los niños, víctimas de la sobreprotección e independientemente del talento que tengan, te dirán: “no lo sé” o “mi padre dice que puedo…”.

Los padres y entrenadores invaden hasta tal punto la valoración que tiene el niño del deporte que éste acaba adoptando, erróneamente, la motivación de padre y entrenadores e intenta autoconvencerse de que es lo que él mismo siente. Sin embargo, cuando llega la adolescencia y los padres, y también los entrenadores, pasan a un segundo nivel de importancia, aquél que no tenía esa motivación intrínseca (propia) hacia el deporte, acabará abandonando y sepultando las expectativas de su entorno.

Ejemplo: me dice mi padre que puedo hacer tal marca; me pongo nervioso si mis padres van a verme; me pongo nervioso si mis padres no van a verme; tengo miedo a lo que me digan mis padres o mi entrenador cuando acabe; si acabo el entrenamiento completo mi padre me invita a una hamburguesa…

¿Es tu hijo autónomo en su motivación? ¿Rendiría igual, o más, si tú, como padre o madre, no compartieras su pasión por ese deporte?

José Ángel Caperán

Psicólogo Deportivo

deportedecabeza.com

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